Esteban Batista, ex Atlanta y Boston, consiguió 26 puntos y 18 rebotes ante los nacionales, que cayeron por 81-66 frente a Uruguay en el debut. Un aterrizaje forzoso en el sur.
Pablo Coro tiene 38 años y un buen trabajo en una empresa energética de Osorno. Tiene, además, un hijo de 18 años que juega bien al básquetbol, pero que, dicen los expertos, necesita disciplina para desarrollarse al nivel de su talento. Está ahora en Estados Unidos para eso.
Su padre tiene además una linda casa, con muchas comodidades para pasar el invierno y disfrutar de su pasión desde el sillón de su living. Pero ayer tenía que estar en Puerto Montt, marcando a Esteban Batista, un ex NBA de 24 años, con codos afilados y un futuro por delante. Todo con cuatro mil personas sobreexcitadas mirando.
Su padre tiene además una linda casa, con muchas comodidades para pasar el invierno y disfrutar de su pasión desde el sillón de su living. Pero ayer tenía que estar en Puerto Montt, marcando a Esteban Batista, un ex NBA de 24 años, con codos afilados y un futuro por delante. Todo con cuatro mil personas sobreexcitadas mirando.
No es culpa de Coro.
Todo lo contrario, el interno es un deportista ejemplar y se mantiene perfecto, pero, cuesta creerlo, no hay nadie más joven en todo el país que merezca su lugar. Algunos ni siquiera lo quieren. El primer pecado de Chile es ése: es un equipo viejo, porque el baloncesto criollo es viejo. De veinte años atrás en relación a la mayoría de la región. Y eso cuesta disimularlo.
El equipo de Daniel Allende lo hizo por un cuarto, el primero, muy bien jugado. Con paciencia, concentrado, buscando a Patricio Briones y Jorge Valencia bajo el aro. Pero después se derritió. Buscar culpas personales es inútil cuando la falencia es de base. Por osado y ambicioso, destacado lo de José Luis Campos, quien terminó con 20 puntos.
Y al otro lado estaba Batista, quien canchereó, golpeó y hasta pisó chilenos, además de cuadrarse con 26 puntos y 18 rebotes. Un animal.
Chile no se entregó, porque es un equipo que quiere, pero no puede. El 81-66 final vale por eso, porque es digno, pero no sirve nada para las desmedidas pretensiones de estar entre los cuatro primeros.
Al término del encuentro, se dieron señales confusas: algunos jugadores - Erik Carrasco, entre ellos - dejaron entrever molestias con sus propios compañeros por lo que consideraron efectismos individuales, o sea, que cada uno trató de salvarse de las pifias solo.
"Faltó ser solidarios. Si no cambiamos eso, nuestra suerte está echada", dijo Patricio Briones.
Hoy viene Brasil -que batalló ayer para botar al supuestamente débil Colombia- y la historia será la misma: correr, pelear, forcejear, alargar la posesiones y cruzar los dedos para que los triples entren; todo para maquillar las falencias. Y esperar que un milagro ocurra, aunque pasen muy de vez en cuando.
El plantel está molesto con el presidente de la federación
En torneos anteriores, lo que se acostumbraba era que los seleccionados chilenos ni siquiera saludaran al presidente de la Federación de Básquetbol, Miguel Herrera. Tal cual: pasaban por el lado y hacían como si no existiese. Así de malas eran las relaciones entre la dirigencia y la Roja cestera. Para el Sudamericano se hizo lo posible por evitar tensiones: se marginó a elementos supuestamente conflictivos, se mejoró en viáticos y se reglamentó una serie de situaciones que solían encender los ánimos. Pero no se pudo.
Ayer se vivió una difícil jornada entre ambas partes a pocas horas del debut. El plantel se reunió con Herrera en el hotel de concentración por casi diez minutos, porque los jugadores querían "claridad" respecto de los premios para el torneo.
"No había nada que discutir, había quedado todo firmado en Valparaíso: ellos creen que pueden cambiar las cosas cada vez que quieran", dijo el dirigente, visiblemente molesto.
Originalmente, los jugadores querían incentivos, independientemente de sus resultados, a lo cual Herrera se negó. El timonel cerró con Patricio Briones, capitán del equipo, un acuerdo que incluía desde 500 mil pesos por jugador si se lograba el cuarto lugar, hasta dos millones si lograban el título. Después quisieron revisarlo, lo que generó el impasse.
No fue lo único: a los jugadores se les había prometido abonos para sus familiares y recién ayer les informaron que no estaban disponibles, lo que generó ira. Intentando salvar la situación, Herrera y su asesora Catalina Depassier conversaron con los representantes de Arena Puerto Montt para conseguir los tickets. Ante la negativa, amenazaron incluso con no presentar el equipo. La situación se transó en 20 entradas y la federación tuvo que comprar el resto para evitar en incendio.
La molestia de los basquetbolistas venía de antes, por las condiciones de alojamiento del hotel en Puerto Montt (habitaciones pequeñas y camas estrechas).
La trastienda
¿MÉXICO O ARGENTINA?
Aún no está definida la sede del Premundial. Se asumía que era carrera casi corrida para México, pero Argentina, mucho más influyente en FIBA Américas, querría llevar la cita a Buenos Aires para lucir en la capital del país a sus figuras de la NBA.
UN WISKYCITO
Ayer debutaron los palcos de lujo del Arena Puerto Mont. Lo que más llamó la atención fue el bar abierto: a cada hora, un mozo va con una botella de whisky a rellenar a los sedientos. En la jornada de apertura también hubo un cóctel VIP, en el que participó el padre de Marcelo Ríos, Jorge, socio de la constructora que erigió el recinto.
LAS PELOTAS
Un buen lío se le había armado a la federación de básquetbol, ya que la Consubasquet le había ordenado utilizar balones marca Golty y la institución criolla tiene contrato con Molten. Finalmente, la FIBA obligó al uso de Molten, al ser un torneo regido por el ente mundial.
RODRIGO FLUXÁ N.
Enviado Especial a Puerto Montt
Fuente: Diario El Mercurio
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