martes, 22 de mayo de 2012

ELIZABETH MOYA: CON EL BÁSQUETBOL EN LA SANGRE

ELIZABETH LORETO MOYA BURDILES, profesora de Educación Física
Por Javier Andrade Cárdenas / Diario El Llanquihue

El deporte de los cestos se ha transformado en la razón de ser de esta puertomontina por adopción, al punto que es jugadora, entrenadora, dirigente e integrante de la mesa de control. Además de hacer lo que le gusta, el baloncesto le ha permitido ganarse la vida como profesora. Si hasta el amor lo encontró en un rectángulo.

Elizabeth Loreto Moya Burdiles no entiende su vida sin el básquetbol. Esa es su pasión, de eso vive y en eso piensa y sueña esta profesora de Educación Física que, además, es entrenadora de las selecciones de los colegios en que trabaja y que defiende la camiseta de la Universidad de Los Lagos en la Liga Femenina de Puerto Montt.
Y es que desde que descubrió este deporte, a los 11 años, Elizabeth supo de inmediato que la pelota naranja no se le iba a escapar más de las manos y que ahí estaba su destino. 
Para esta conocida deportista nacida hace 24 años en la Región Metropolitana, los logros que ha conseguido en tan poco tiempo tienen un denominador común: la constancia y las ganas de triunfar. “Desde chica fui matea y demostré un alto espíritu de iniciativa para afrontar cada desafío”, relata.
Actualmente, la tía Ely, como la reconocen cariñosamente sus alumnos, se desempeña como profesora de Educación Física en los colegios Arriarán Barros y Pumanque. Y como adora su profesión y el básquetbol es parte fundamental de su vida, el entusiasmo por ayudar a mejorar esta disciplina la ha llevado por el camino de seguir estudiando un magíster para apoyar el desarrollo de esta disciplina y aportar un grano de arena a su engrandecimiento.
Los orígenes
-¿En qué lugar naciste?
-Nací en Santiago Centro, aunque toda mi familia es oriunda de la comuna de La Granja y ahora están repartidos por toda la capital. Tenía cuatro años cuando nos vinimos a Puerto Montt, a donde llegamos trasladados por motivos laborales de mi padre, ya que lo contrataron en una maestranza ubicada en Chinquihue. De eso ya han pasado más de 20 años y a esta altura me siento una puertomontina más.

-¿Cómo está compuesta tu familia?
-Mi familia está formada por mis tres hermanos, de los cuales soy la mayor. Como mis padres están separados, vivo con mi madre, un medio hermano y Valentina, mi sobrina de 2 años.
 -¿Cuáles son los primeros recuerdos que tienes de tu vida en la ciudad?
-Cuando llegamos, nos fuimos a vivir a una casa en calle Crucero con Los Guindos. Estuve en el jardín infantil del Colegio María Auxiliadora y luego, en la enseñanza básica, me fui a estudiar al Colegio San José y egresé de la media en el Colegio Salesiano. Mi vida fue la normal en la infancia y era bien matea en el colegio. También era extrovertida y tenía buenos amigos.

-¿Te afectó la separación de tus padres?
-Fue algo sorpresivo que ocurrió hace apenas tres años. A esta edad, uno no lo siente tanto, aunque es una experiencia que a ningún hijo le gusta vivir. Recuerdo que la determinación la tomaron cuando estaba en la ULA, en pleno invierno, con la típica depresión de aquella época del año. De todos modos, a mi papá siempre lo veo y mi relación con él es muy buena. Soy como bien independiente en ese sentido y hubo que asumir esa realidad.

-¿Cuándo te picó el bichito del básquetbol?
-Fue bien tarde en comparación con la edad en que uno aprende a jugar en estos tiempos. Comencé en sexto básico y nadie me lo inculcó. Tampoco provengo de una familia de deportistas. Mi mamá me contaba que practicó el atletismo en sus años de escolar, pero nada más.

-¿Cómo fueron tus inicios en este deporte?
-Fue a los once años cuando decidir tomar la pelotita naranja y, hasta el día de hoy, aún la mantengo en mis manos. Es una pasión este deporte para mí. Cuando entraba a la cancha, la veía gigante y a mis compañeras de ese entonces les gustaba jugar y me invitaron. Jugar básquetbol fue como un amor a primera vista, pero lo dejé un tiempo, cuando ingresé al Salesiano, porque me dediqué a practicar atletismo. Mi profesor era Mario Villarroel.

-¿Qué motivó ese cambio?
-Lo del atletismo fueron algunos meses y decidí no proseguir en un momento en que fui a comprarme unas zapatillas  con clavos a Daner. Ahí, me di cuenta que eso no era lo mío y de inmediato me puse las zapatillas de básquetbol y así volví a pisar un rectángulo, participando en actividades ligadas con la semana aniversario. Tengo recuerdos de profesores como Carlos Soto, en el colegio San José, y luego Rudy Aguilar, en el Salesiano. En realidad, todas mis vivencias están ligadas con el básquetbol. Me levanto en la mañana, desayuno y almuerzo pensando en el básquetbol.

-¿Tu vida en la universidad también estuvo ligada al baloncesto?
-Bueno, una de las razones para estudiar fue, precisamente, porque pensaba que podía enseñarlo posteriormente. Seguía pensando en que una vez obtenido el título, me iba a transformar en entrenadora. Mi intención era estudiar en la Universidad Austral, pero el tema económico fue un obstáculo para estudiar en Valdivia. Así que gracias al apoyo del profesor Cristián Bucarey, me quedé en la ULA, donde me dieron una beca.
El trabajo y el amor
-¿Cuándo empezaste a trabajar?
-Estaba en segundo año de la Universidad, cuando me ofrecieron trabajar en el Colegio Arriarán Barros. Mientras mis compañeros estudiaban, yo aprovechaba mi tiempo después de clases para hacer mis primeros pitutos. Eso me permitió ayudar a solventar los gastos de mi carrera. Luego empecé a hacer clases en el Colegio Pumanque. De alguna manera, estos dos trabajos me ayudaron a darme a conocer como profesora y entrenadora.

-En este deporte también encontraste el amor...
-(Se ríe). Sí, con Florencio (Vargas) pololeamos desde que estaba en tercero medio en el Salesiano y hemos vivido hartas experiencias. Estudiamos Educación Física y hemos dirigido al CEB y a la selección de Puerto Montt. Tenemos una linda relación, con altos y bajos, pero que va más allá de este deporte que nos fascina.

-¿Fuiste una de las fundadoras de la Liga Femenina, la Lifeba?
-Sí, la iniciamos con María Elena Gallegos el año 2010. Considerando que las mujeres no contaban con una competencia, nos juntamos y decidimos organizar un torneo con 10 equipos. Adaptamos las bases que ya tenía Libsur, reunimos apoyo y sacamos adelante esta liga que ha ido creciendo y que con esfuerzo hemos logrado mantener. Desde esa fecha que estado jugando por la Universidad de Los Lagos, pero este año preferí dejar el torneo para dedicarme a mis clases en los dos colegios.
-¿Se te pasó por la cabeza integrarme a una liga mayor en Santiago?
-Siempre lo pensé como una opción. Tenía habilidades, pero eso significaba dejar mi carrera en Puerto Montt y abandonar la enseñanza del básquetbol. Por otro lado, nunca tuve una oportunidad concreta, porque estamos muy lejos de Santiago y nuestro desarrollo deportivo no está a la altura de lo que hay allá, ni siquiera a nivel masculino. Y aquí también quiero señalar que tampoco tuve a los técnicos claves para haber dado un salto deportivo o haber sido mejor asesorada y motivada para jugar en otro nivel.

-Eso parece una crítica contra el nivel deportivo del básquetbol en Puerto Montt...
-Sí, por el hecho de que cuando terminé de estudiar ya se veía un bajón a todo nivel. Incluso, en comparación como lo que me correspondió vivir en la enseñanza media, hubo un boom en la parte escolar, con muchas competencias. Pero cuando hay que dar el paso que sigue, ya no hay competencias. Cuando entramos con la liga femenina, nos tocó observar que había un letargo, por eso nos interesa levantarnos y copiar el modelo que hay en  Castro y en Ancud, donde el básquetbol sigue en ascenso.

-¿Cómo es una semana típica tuya?
-Entreno en la mañana y en la tarde en los dos colegios, juego y dirijo los fines de semana al Arriarán y hago mesa de control en algunos campeonatos.

-Con tanta actividad, ¿tienes tiempo para dedicarle a tus hermanos?
-Los veo poco. Con mi hermano menor, tengo 13 años de diferencia y con el otro 12, así que los trato como a mis hijos. Y por más que los invito a ver básquetbol, al más chico no le gusta.

-¿Parece que el 2012 ha sido un buen año en tu rol como entrenadora?
-En diciembre del año pasado, entre la Atebasur y la Asociación me eligieron como entrenadora de la selección femenina de Puerto Montt sub 13. Me sorprendió, porque llevaba poco tiempo dirigiendo y porque, con 24 años, me consideraba muy joven para entrenar a una selección. Acepté y aunque no clasificamos para el Nacional de Maullín, fue una experiencia muy enriquecedora.

-¿Qué viene para ti en el futuro?
-Mi intención es hacer un magíster en administración deportiva fuera de Puerto Montt. Tengo la opción de cursarlo durante las vacaciones o irme a Valparaíso durante dos años.

-Eso quiere decir que pretendes entregar tu tiempo a mejorar el básquetbol de la ciudad...
-Viéndolo desde ese punto de vista, para esa dirección va enfocada mi estrategia de apoyar el desarrollo organizativo de la actividad y mejorar aquellas falencias en la gestión de nuestra realidad. Cambiar lo que existe, porque uno ve que siempre son las mismas personas que están a cargo del básquetbol y si se agregan aquellos que se sienten capacitados de dirigir con otras herramientas, se pueden lograr muchos objetivos en esta disciplina y también en otros deportes. 

Fuente: Javier Andrade C.
Diario El Llanquihue

No hay comentarios: