En abril se afincará en su nuevo equipo, el Silver Stars de la liga femenina más importante del mundo, conquistando una marca inédita para una basquetbolista nacional. Acá, su historia.Ziomara tuvo que entender a temprana edad que sus 1,95 metros de estatura no podían ser un complejo, sino que todo lo contrario, su mayor virtud.
Y después de muchos años de trabajo, espera y lejanía, comprendió por qué: la basquetbolista de 23 años se convertiría en la primera chilena en jugar en las grandes ligas del baloncesto mundial: defenderá a San Antonio Silver Stars, en la WNBA.
“Sabíamos que era un objetivo que ella iba alcanzar, porque se entrenó para eso y tomó las decisiones exactas”, indica Cristián Santande, el coach de la selección femenina de básquetbol.
Hija del ex basquetbolista panameño Rodolfo Morrison, la pívot mostró desde sus inicios “una gran capacidad técnica, coordinación física y mucha madurez”, recuerda Caludio Jorquera, entrenador que la vio nacer y crecer en la UC, hasta que a los 16 años sus atributos la llevaron a la liga italiana: “Ziomara fue muy madura en no dudar y partir a Italia. Lo dejó todo, a su familia y amigos para lanzar su carrera en Italia. Esa decisión le cambió la vida”, agrega Jorquera.
Luego saltó a España, donde tuvo un comienzo difícil: “Lo pasó mal. Aparte que no tenía el pasaporte comunitario, lo que la obligaba a ocupar cupo de extranjera en los equipos, hasta que el Aros León apostó por ella”, explica Jorquera.
La propia “Zio” recordó así sus días difíciles en España: “Era muy joven e inexperta. Me costó encontrar club, así que me fui a Chile para hacer una vida normal y cuestioné mucho si seguir o no. Pero me di cuenta que no era feliz si no jugaba. Tenía que luchar”.
Hasta que fichó en Burgos, una gran vidriera que provocó la mirada del San Antonio Silver Stars, que recién estos últimos días decidió incorporarla a sus filas a partir de abril.
“Me ofrecieron integrarme al New York, pero en San Antonio las jugadoras son más jóvenes y tendré mayores posibilidades de jugar”, comento Ziomara.
Fuente: El Mercurio
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